Lágrimas de Luz by Rafael Marín Trechera

Lágrimas de Luz by Rafael Marín Trechera

autor:Rafael Marín Trechera [Rafael Marín Trechera]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ciencia ficción, Lang:es
publicado: 2013-08-31T05:23:16+00:00


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La patrulla hacía su ronda en un satélite que gravitaba alrededor de una difusa mancha azul, algo así como dos años después del incidente en Alta Roca. Ibamos a caballo. No deja de parecer un contrasentido, empapados de tanta técnica como nos encontrábamos, pero no por eso es menos cierto. En el interior de la Marfil se albergaban toda clase de sofisticadas máquinas de guerra, tanquetas y baterías de empleo terrestre, vehículos capaces de combatir en el aire y en el agua, pero transportábamos también el primero de los animales a los que el hombre aprendió a dar un uso mortífero. Transportábamos caballos clónicos, monstruos mutados con capacidad para llegar allá donde los cópteros no alcanzarían nunca, donde los carros blindados serían hechos pedazos rápidamente y las tropas de infantería descuartizadas sin el menor desconsuelo, hermosos y plenos de resistencia. La Corporación no gasta un dracma en algo inútil; los caballos clónicos, desde luego, justificaban con creces la porción del presupuesto que se les destinaba. Su eficacia era diabólica dondequiera que fuesen empleados. Sobre sus lomos, en una incursión, un buen jinete podría maniobrar más fácilmente que el más habilidoso de los pilotos, sembrar más destrucción que dos tanquetas al mismo tiempo.

El empleo de los caballos tenía otras explicaciones más allá de la simplemente logística o estética: Los caballos consumían menos. Eran capaces de cabalgar kilómetros y kilómetros, adiestrados como estaban, sin necesitar agua ni alimentos que cualquier mundo con vida no pudiera ofrecerles, y tampoco precisaban piezas de recambio ni se averiaban nunca; bastaba con rematarlos, en cualquier caso. Los caballos representaban la supremacía del mundo orgánico sobre el mundo inanimado —al menos hasta que se descubrió la existencia del acero latente—, pero tenían un uso mucho más singular, una explicación más acorde con las miras de la Corporación. Había algunos sitios donde semejantes animales no eran conocidos, donde el mamífero más grande no sobrepasaba la altura de un perro terrestre y los humanoides no habían salido aún de un período primitivo que supondría, con nuestra presencia, el punto máximo de su evolución. En estos mundos, un soldado a caballo parecía una especie de remoto semidiós, un coloso de cuatro patas y cuerpo de ser humano vestido de gala. Nos tomaban, al caballo y al jinete, como a una sola cosa. No es la primera vez que esto sucede, por otra parte. En la propia Tierra sucedió así hace muchos siglos; lo he aprendido en Monasterio. Normalmente las lenguas de aquellos seres primitivos no tenían una palabra para definirnos, pero la más cercana hubiera sido, sin ninguna duda, la de centauros. Si no existían en su mitología, tras nuestra andadura tendrían que empezar a ser creados. Si quedaba algún historiador con vida, naturalmente.

Pero el uso real de los caballos se debía, sobre todo, a una explicación egoísta, cruel. Ya queda dicho que la expansión es nuestro objetivo, que la raza humana tiene por consigna extenderse y anexionarse mil estrellas. Un planeta como Lluvia habría caído en dos semanas si



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